lunes, 1 de mayo de 2017

Negociación Brexit: España se juega mucho



Este fin de semana, una Cumbre europea ha fijado la postura de los 27 paises UE para negociar con Reino Unido su salida de la Unión Europea. La negociación del  Brexit durará casi dos años, hasta marzo de 2019, y España es el país grande que más se juega, según Standard&Poors. Y eso porque los británicos son 1 de cada 5 turistas que nos visitan, es el tercer país donde más invierte España, nuestro cuarto cliente comercial, el origen de un 20% de beneficios de las empresas del IBEX y donde trabajan 300.000 españoles. El Brexit puede recortar un 0,5% nuestro crecimiento (-5.500 millones) y empleo (-90.000) y afectará más al turismo, automoción, industria agroalimentaria, banca y algunas grandes empresas, sobre todo en Madrid, Cataluña, Murcia, Comunidad Valenciana y Canarias. Por todo ello, el Gobierno Rajoy debe estar muy encima de esta negociación y asegurar que no frena nuestra recuperación. Y debe aprobar un Plan de choque para compensar sus costes. Ojo al Brexit.
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enrique ortega

Ha comenzado la cuenta atrás para que Reino Unido (RU) abandone la Unión Europea (UE), como decidió por un estrecho margen (51,9%) en el referéndum del 26 de junio de 2016. El pistoletazo de salida lo dio la carta enviada por Theresa May a Bruselas, el 29 de marzo de 2017, anunciando que desean abandonar la Unión Europea, donde el Reino Unido lleva desde 1973 (cuando ingresó en la CEE, al tercer intento, tras dos vetos del general de Gaulle). A partir de ahí, el Tratado de Lisboa contempla un plazo de 2 años para materializar esa salida. Y si no se logra un acuerdo para entonces, el 29 de marzo de 2019, el Reino Unido quedaría automáticamente fuera de la UE (salvo que se decidiera por unanimidad seguir negociando). Ahora, los 27 ya han acordado una base común de negociación, que la Comisión Europea debe concretar en un mandato negociador el 22 de mayo, para reunirse después con Londres, a finales de junio, tras las elecciones anticipadas (8 junio) por Theresa May para reforzar su posición negociadora. Y luego, el objetivo es negociar durante año y medio, para tener listo un acuerdo de salida a finales de 2018, porque todavía tendrían que aprobarlo, antes de marzo 2019, los Parlamentos de la UE y Reino Unido.

La negociación será larga y dura y girará sobre 4 temas claves. El primero y fundamental, qué se va a negociar. La posición de los 27 paises europeos es clara: ahora sólo hay que negociar la salida del Reino Unido de la UE. Pero el Gobierno británico quiere negociar a la vez la salida y el futuro acuerdo comercial con la UE, pensando que así “sacará más” que dejándolo para 2019. “El Reino Unido abandona la UE pero no Europa”, insiste Theresa May para apoyar que ambas cuestiones se negocien juntas. Pero Bruselas es tajante: “Brexit es Brexit” y no va a aceptar que Reino Unido elija unas cosas de Europa (libertad de comercio o de capitales) y no otras (libertad de personas, política social y demás reglas comunitarias).

Si se consigue separar ambas cuestiones y dejar la negociación del futuro acuerdo comercial RU-UE para cuando estén fuera (en marzo de 2019), como insiste Bruselas, el segundo escollo será “el pago del divorcio”: Reino Unido tiene que hacer frente a una serie de costes ya comprometidos (futuro pago de pensiones, inversiones y fondos comprometidos), una factura estimada por Bruselas en 60.000 millones de euros y que Londres pretende rebajar a menos de la mitad. Y el tercer tema clave es qué pasa con los 3.300.000 ciudadanos comunitarios que viven en Reino Unido y los 1.200.000 británicos que viven en la UE: que derechos se les garantiza a partir de marzo de 2019. Bruselas teme que Londres utilice a los extranjeros UE como “rehenes” de la negociación, como “escudos humanos” en esta “guerra”.

El cuarto tema clave de la negociación será configurar la transición, en dos periodos muy diferentes. Uno, de aquí a la salida del Reino Uhttp://internacional.elpais.com/internacional/2017/04/27/actualidad/1493285631_032397.htmlnido de la UE (marzo 2019). Londres insiste en pedir facilidades comerciales y financieras para una parte de su industria (automóvil) y sus finanzas (banca y seguros), mientras Bruselas reitera que “Brexit es Brexit” y que no se puede permitir que una parte de la economía británica se beneficie del mercado único (“por la puerta de atrás”) mientras otra parte lo rechaza. Pero si Bruselas rechaza “tratos especiales” para el Reino Unido de aquí a 2019, sí tendrá que negociar una fase de transición para después, cuando haya salido de la UE pero aún no se haya firmado  ningún futuro acuerdo comercial, del estilo del que Bruselas tiene con Noruega, Suiza o Canadá, por ejemplo. Negociar este acuerdo comercial llevará varios años, con lo que habría un largo periodo transitorio, al menos hasta 2022. Y en la negociación de ese acuerdo, Bruselas es tajante: Londres no puede conseguir más ventajas que si estuviera en la UE (sin cargar con los compromisos de estar). Y durante estos dos periodos transitorios (hasta salir de la UE y luego hasta firmar un acuerdo comercial), el Reino Unido tiene que aceptar la autoridad del Tribunal Europeo de Justicia en los posibles litigios, algo que levanta “ampollas” en el gobierno británico.

Al final, si en diciembre de 2018 hay acuerdo y no ruptura, lo negociado tendrá que ser ratificado por el Parlamento europeo y británico, sin vetos de ningún país clave. Y más difícil todavía será alcanzar el acuerdo comercial futuro, porque las posibles concesiones a Reino Unido podrían sufrir el veto de algún país o incluso de alguna región de un país, que argumentarían pérdidas industriales, agrícolas, financieras y comerciales. De momento, en la Unión Europea se perfilan tres bandos ante la negociación con Reino Unido. Uno, el de los partidarios del Brexit duro, liderados por Merkel y apoyados por Francia: Londres se va y fuera no podrá elegir lo que le conviene de Europa, no podrá estar mejor que dentro. España, con Rajoy, lidera la opción del Brexit blando, apoyada por Italia: aboga una “negociación amistosa” y conceder estos dos años un trato privilegiado a Londres, para negociar después un acuerdo comercial preferente. Y en medio están los paises del Este, liderados por Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, cuya preocupación es el futuro de sus muchos ciudadanos en Reino Unido, la moneda de cambio para suavizar su postura frente a Londres.

España está en el bando de los “blandos” en esta negociación, no por generosidad sino porque tiene mucho que perder y Rajoy piensa que sacará más con un “diálogo amistoso” que con el Brexit duro que defiende Merkel. De hecho, España es el país europeo de los grandes más afectado por el Brexit, según un estudio realizado antes del referéndum por la agencia Standard&Poors: somos el 8º país más expuesto al Brexit (1,5 puntos), tras Irlanda (3,5), Malta (2,9), Luxemburgo (2,4), Chipre (2,3), Suiza (2), Bélgica y Holanda (1,6), mucho más expuesto que Francia (0,8 puntos), Alemania (0,8) o Italia (0,4 puntos).

Y hay varias razones que lo justifican. Una, que la primera industria española, el turismo, depende en gran medida del Reino Unido: en 2016 nos visitaron 17.840.292 británicos, el 23,6% de todos los turistas que llegaron a España (y se gastaron el 20,9% del total). Y si el Brexit frena el crecimiento del Reino Unido y debilita su moneda (la libra ya ha perdido más de un 10%), lo esperable es que se reduzca el turismo británico a España, sobre todo en 2019 y después. Además, España es el tercer país con más inversiones en Reino Unido (unos 60.000 millones), sólo por detrás de Francia (127.000) y Alemania (94.000), inversiones que se verán afectadas por futuros aranceles y cambios normativos. Y en tercer lugar, Reino Unido es el cuarto cliente comercial de España, tras Francia, Alemania e Italia: en 2016 les vendimos productos por 19.153 millones (el 7,5% de nuestras exportaciones). Y es el 5º país al que más compramos: 11.184 millones (4,1% importaciones). Este superávit comercial de España con Reino Unido podría reducirse cuando se aprueben aranceles y controles, tras salir de la UE.

Todo ello se traduce en empresas españolas que tendrán más difícil vender en Reino Unido, sobre todo en el sector del automóvil, alimentación (vino, carnes, frutas y hortalizas), industria farmacéutica o aeronáutica. Y luego están las más de 300 empresas españolas que operan en Reino Unido y que consiguen una buena parte de su facturación y beneficios allí: Ferrovial (34% ventas son en RU), Telefónica (30% facturación), Banco Santander (24% beneficio total procede de RU), Iberdrola (14% de sus ingresos), FCC (10% beneficio), Inditex (101 tiendas), Banco Sabadell (150% negocio), IAG-Iberia… De hecho, se estima que un 21% de los beneficios de las grandes empresas del IBEX se generan en Reino Unido, lo que indica que también está en juego una buena parte de su empleo aquí. Según un informe de la consultora KPGM, a partir de una encuesta a 3.000 grandes empresas españolas, el 45% de ellas dice tener relación económica o comercial con Reino Unido. Y todas están ahora pendientes de cómo va a quedar el Brexit y cómo van a poder operar en el futuro con un país fuera de la UE.

Y aún hay otros frentes de preocupación. El principal, los 300.000 españoles que viven en Reino Unido, ahora preocupados por qué va a ser de ellos en la negociación del Brexit, si se les mantendrán sus actuales derechos o los perderán, con riesgo de ser expulsados. Lo mismo temen el casi millón de británicos que viven en España (300.000 de forma permanente), que además han sido el motor de las ventas de viviendas en la Costa española, ahora en el aire. De hecho, las compras de viviendas por británicos sólo aumentaron un 2% en 2016, cuando en los dos años anteriores crecieron un 43%. Eso sí, también hay expertos que creen que España podría conseguir algo positivo con el Brexit: atraer a empresas y entidades que abandonen Londres cuando Reino Unido salgan de la UE. Pero esto es discutible por dos razones: es dudoso que la mayoría de multinacionales dejen la City y las que lo hagan pensarán en irse a Frankfort o a París antes que a Madrid o Barcelona.

El presidente Rajoy, en su línea, ha pedido “no dramatizar sobre los efectos del Brexit para España”. Pero su Gobierno ha preparado un informe donde se estima que el Brexit recortará el crecimiento de España entre un 0,2 y un 0,4% del PIB (hasta -4.440 millones), lo que se traducirá también en una pérdida de empleo (hasta -90.000). Y hay otras estimaciones que suben el coste hasta el 0,5% del PIB (Instituto de Empresa) o el 0,6% (Ceprede). Lo que parece claro es que el Brexit va a afectar negativamente a las exportaciones, inversiones y ventas españolas en Reino Unido, así como al turismo. Las estimaciones del BBVA indican que el mayor efecto lo sufrirán Murcia, la Comunidad Valenciana y Canarias (por la caída de exportaciones y turismo), junto a Madrid y Cataluña (por bancos y grandes empresas).

Y habrá otras consecuencias negativas, como que España tendrá que aportar más al Presupuesto europeo cuando Reino Unido deje de pagar (10.751 millones de euros netos en 2015): el Gobierno Rajoy estima que tendremos que aportar 888 millones de euros más a Bruselas en 2019, con lo que seremos un país contribuyente neto cuando ahora salimos ganando (+825 millones en 2017). Y Murcia y Melilla podrían perder fondos europeos, con la reconfiguración de 2019. También pueden perder fondos europeos los agricultores españoles, porque la política agraria común (PAC)  tendrá entre 1.200 y 3.100 millones menos para repartir (y una parte de este recorte lo sufrirá España). Otro tema clave será cómo quedan las futuras cuotas de pesca y si los pescadores españoles podrán ir a los caladeros británicos.

Como se ve, lo que pase con el Brexit es clave para España y puede ser un grave obstáculo para la recuperación, el crecimiento y el empleo en los próximos años. Por eso, Gobierno y oposición deberían centrarse en esta negociación, pactar unos acuerdos mínimos y estar muy encima de lo que se discuta entre Bruselas y Londres, porque nos jugamos más que la mayoría. Hay que dejar claras las líneas rojas de España, que no sólo puede ser Gibraltar, sino el futuro de los españoles en Reino Unido, el trato a nuestras empresas e inversiones, los futuros acuerdos comerciales y el papel de España en una Europa a 27. Y en paralelo, aprobar un Plan de choque para paliar los daños del Brexit, centrado en ayudas a los sectores y las regiones más afectadas, buscando alternativas de ventas, inversión y turismo en otros paises. No lo duden: el Brexit debe ser una de las grandes prioridades de España en esta Legislatura. Nos afecta demasiado como para dejarlo en manos de Bruselas.

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