lunes, 7 de octubre de 2013

Trabajo precario: los esclavos del siglo XXI


Ya nada nos sorprende, pero es indignante: empresas que no pagan las nóminas o bajan un 25% los sueldos, horas extras que no se pagan, médicos en paro que hacen guardias en cinco hospitales, profesores contratados por días, camareros con contratos a media jornada que trabajan 12 horas, becarios sin cobrar durante años, empleos a comisión sin  sueldo y hasta empresas que cobran a los que buscan trabajo. Miles de ejemplos de trabajo precario, ilegal y legal, de abusos a parados y trabajadores, cada vez más indefensos. España es el país con más precariedad de Europa, el paraíso del contrato temporal: el 92,16% de los firmados en 2013. Y así nos va: menos consumo, menos ingresos fiscales, menos cotizaciones, más accidentes y menos productividad. Y la patronal ha pedido todavía más flexibilidad en contratos, sueldos y horarios. La esclavitud laboral no ayudará a salir de la crisis. Nos hundirá por décadas.
                                    
                                                                                              Enrique Ortega
Tras cinco años de crisis, los trabajadores españoles están cada vez más indefensos, a merced de los crecientes abusos (legales e ilegales) de muchas empresas, grandes y pequeñas, que los consideran como trabajadores kleenex, de usar y tirar. Se recortan sueldos, se cambian horarios y se quitan horas extras, se reducen derechos y se cambian contratos más estables por otros temporales y precarios. Y el poco empleo que se ofrece es más precario y barato, mucho sin contrato, con sueldos de hasta 4 euros la hora. Incluso hay empresas que cobran por hacer los trámites de selección a parados, mientras uno de cada cuatro fraudes en Internet son ofertas de empleo falsas, según Inteco.

Un negro panorama, agravado por la crisis, el recorte en la inspección de Trabajo y la debilidad de los sindicatos. Con ello, España es el país de Europa con más precariedad laboral, según las estadísticas. Primero, somos el país con más contratos temporales: 23,1% de todos los contratos, frente al 14,1% en Europa. Y sobre todo en los dos colectivos que más los sufren: jóvenes (65% con contrato temporal frente al 43% en la UE) y mujeres (26,1% con contratos temporales frente al 23,9% los hombres). De hecho, este año 2013, un 92,16 % de los contratos firmados hasta septiembre son temporales, según Trabajo. Lo peor  además es que España es el país europeo donde menos contratos temporales se hacen fijos: 16% frente al 23% en UE o el 41% en Alemania.

Segundo, somos el país con más crecimiento de los contratos a tiempo parcial: un 33% de los firmados este año son a tiempo parcial y otro 28,5% por obra. Ya representan el 16,4% de los contratos, aún por debajo de Europa (19,5%), pero lo preocupante es que mientras en otros países hay una mayoría que “eligen” trabajar menos tiempo, en España se hacen porque son lentejas: o los tomas o no hay otros. Así, los contratos a tiempo parcial “involuntarios” son el 62% en España y el 28% en Europa (18% en Alemania). Y son las mujeres españolas las que acaparan el 80% de estos contratos a medias.

Hay muchas otras formas de precariedad en auge. Una, la subcontratación en cadena: personas que trabajan para una gran empresa a través de una, dos o más empresas interpuestas, subcontratistas que les explotan y malpagan quedándose con la diferencia. Y que desaparecen incluso si vienen mal dadas. Otra, los falsos autónomos, muchos de ellos trabajadores despedidos de una empresa que trabajan para ella en exclusiva, a veces en la misma mesa, como autónomos, pagándose su Seguridad social, sin vacaciones ni extras: arquitectos, periodistas, ingenieros y muchos profesionales de la construcción y hostelería. Y luego están cientos de miles de becarios, jóvenes que trabajan con o sin contrato, con o sin sueldo, años y años, la mayoría sin cotizar (ahora, tras una sentencia del Supremo, se obliga a muchos a cotizar desde septiembre). Ya en 2012, la Comisión Europea advirtió de la precariedad de los becarios españoles.

Y luego está el trabajo más precario, el empleo sumergido, que ha crecido con la crisis: se estima que hay entre 1 y 4 millones de empleos sumergidos, cubiertos por parados o por subempleados, la mayoría en la construcción, agricultura, hostelería y comercio, en el trabajo doméstico, entre cuidadores (niños y ancianos)  y en trabajos a domicilio. Y el último eslabón de la precariedad son los inmigrantes ilegales, contratados en la calle y llevados en furgonetas a trabajar a fábricas ilegales o al campo, hasta por 4 euros la hora.

Otra precariedad, que afecta a la mayoría de trabajadores, son los salarios a la baja y el auge de los mileuristas: cuatro de cada diez españoles, más de 15 millones de trabajadores, autónomos, parados y pensionistas ganan menos de 1.000 euros al mes. Y lo peor es que más de la mitad son minieuristas: 8,5 millones de españoles que ganan entre 400 y 860 euros al mes. Los salarios más bajos se dan entre los jóvenes (la mitad ganan menos de 1.000 euros) y las mujeres (ganan un 23% menos que los hombres, según el INE). Y ganan menos los que tienen un contrato temporal (un 32% menos de sueldo que los indefinidos) y un contrato a tiempo parcial (ganan  un tercio menos, incluso por hora: 10,89 € frente a 15,03 €).

Y como complemento, están cayendo las horas extras que se pagan: se han reducido al nivel más bajo de la última década, con una media de menos de media hora el mes (en 2006 era 1 hora al mes por empleado). Eso sí, se han cambiado horarios y se hacen más horas extras gratis, sin cobrarlas: en el cuarto trimestre de 2012 se hicieron 2.630.000 horas extras a la semana sin cobrar, una media de 12 minutos semanales por empleado. Eso son 40 millones de euros que se dejaron de cobrar y, lo peor, 65.750 empleos que no se crearon.

Unos cobran menos y otros trabajan sin cobrar. Por un lado, muchos becarios y jóvenes cualificados, que o no cobran o mal cobran, en empleos de baja cualificación: España es el país europeo con más jóvenes sobrecualificados, que ocupan empleos por debajo de su cualificación, un 33% frente al 21% en la UE. Por otro, trabajadores de empresas en crisis, como Panrico, que decidió no pagar las nóminas para pagar a proveedores. Otras, como Sniace o Balboa, ofrecen bajar los sueldos un 20/25% a cambio de no despedir. Otras no pagan nóminas porque no cobran de otras empresas o de la Administración (empresas de limpieza, Dependencia, servicios sanitarios o educativos), mientras sus empleados deben seguir trabajando para no perder derechos. Y otros no cobran porque su empresas está en quiebra o suspensión de pagos y el FOGASA no tiene dinero ni medios (150.000 expedientes pendientes) para pagarles sueldos e indemnizaciones. Y como colofón, aumentan las empresas que ofrecen trabajos sin sueldo, sólo a comisión.

Dentro del negro panorama de la precariedad, hay sectores que la sufren más. Uno de ellos, el turismo, nuestra primera industria, con el 10% del empleo: tiene más temporalidad (32,8% frente a 23,1% media española), más trabajo a tiempo parcial (28,6% frente a 16,4%), más autónomos (21,45% frente a 18,16%) y un 30% de las inspecciones detectan irregularidades. La última “moda” es la media jornada ficticia: se cobra y se cotiza por 4 horas y se trabajan 12. O la subcontratación de servicios en hoteles y los falsos autónomos. Otro sector precario es la enseñanza, con docentes que trabajan por días o meses, haciendo sustituciones. Y lo mismo los médicos, que incluso hacen un segundo MIR para trabajar 4 años por 1.500 euros. O los arquitectos: 60% son falsos autónomos que trabajan para empresas, como muchos periodistas “free lance”. Y miles de investigadores con contratos trampa para seguir investigando.

La precariedad, además de reducir los ingresos y los derechos laborales, tiene otras consecuencias muy negativas: reduce los derechos futuros (desempleo y pensiones), accede a menos formación, aumenta la siniestralidad laboral (los contratados temporales tienen el doble de accidentes que los fijos en muchos sectores) y acarrea más estrés y menos salud laboral , con un aumento de los problemas psicológicos: de hecho, con la crisis, se han triplicado las consultas por depresión y se han duplicado las ventas de ansiolíticos, mientras crece el consumo de alcohol y drogas, sobre todo entre los jóvenes.

Todo apunta a que, aunque pasemos de la recesión a la crisis, no va a reducirse mucho la precariedad. Primero, porque, con 6 millones de parados dispuestos a casi todo por trabajar, va a resultar difícil recuperar los derechos y sueldos perdidos por los trabajadores. Y segundo, porque los empresarios siguen exigiendo más flexibilidad laboral: la patronal CEOE ha pedido en agosto eliminar las restricciones a encadenar contratos temporales (ahora no se pueden tener más de 2 años), facilitar la conversión de contratos a tiempo completo en contratos a tiempo parcial y facilitar contratos donde se cobre menos del salario mínimo (645 €).O sea, piden más precariedad a cambio de crear más empleo (está por ver).

La precariedad es un cáncer no sólo para el trabajador, sino para la economía: no podemos competir en Europa y en el mundo con unas condiciones laborales marroquíes. No es sólo que no podemos perder los derechos laborales ganados en un siglo. Es que con trabajadores descontentos y desmotivados no se sale de la crisis. Hace falta luchar de verdad contra la precariedad, con más inspección de Trabajo, más medios, más multas y penas, más voluntad política y más rechazo social contra los abusos. Es un problema de dignidad, que sufren más los parados, jóvenes, mujeres e inmigrantes. ¡Basta ya ¡

1 comentario:

  1. Hola

    como estas ?? si tiene problemas para liquidar sus deudas y hacer un proyecto de la pobreza póngase en contacto con:

    mickaelduboquet@gmail.com

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