lunes, 27 de junio de 2016

No apreciamos el valor del español


Mientras nos reponemos de los resultados electorales y los partidos preparan sus pactos, los españoles seguimos con nuestra vida .Y utilizando cada día más palabras inglesas, con los anglicismos presentes ya en un tercio de los anuncios que vemos. Y vamos a Eurovisión con una canción 100% en inglés. No apreciamos el valor del español, el segundo idioma más hablado del mundo y con un gran valor económico: aporta un 15% del PIB, por las actividades educativas, audiovisuales o de edición y su ayuda en el comercio y las inversiones internacionales. Tenemos una lengua con un gran potencial, pero no la apoyamos, ni dentro ni fuera de España. Y así, somos una lengua marginal en la Unión Europea y hasta en la UEFA. Urge un gran acuerdo nacional para apoyar el español como vehículo de penetración de España en el mundo. Pero para eso, tenemos que creerlo nosotros y apoyarlo aquí, huyendo del papanatismo de tantos anglicismos inútiles. Apostemos por el valor de la ñ.
 
enrique ortega

Cada vez hablamos peor, con un vocabulario más pobre y repleto de palabras inglesas, que parecen utilizarse como símbolo de distinción y “nivel”. Los anglicismos dominan nuestro lenguaje cotidiano, desde el deporte (“jogging”, “crack”, “hat trick”, “play off”, “boxes”, “paddock”, “foto finish”, “gym”, “knock out”, “smash”) al de la moda (“fashion”, “casual”, “oulet”, "cool", “shopping”) o el espectáculo (“celebrity, “it girl”, “top model”, “backstage”, “casting”, “performance”), la vida social (“feeling”, “stress”, “break”, “freak”, “feedback”, “week end”, “party”), la economía (“low cost”, “off shore”, “merchandising”, “bussines”, “know how”, “head hunter”, “call center”, “rating”, “manager”, “ranking”, “break even”) y, sobre todo, en el mundo digital e Internet (“click”,”banner”, “password”, “tag”, “hashtag”, “mouse”,”trending topic”, “tweet”, “followers”, “community manager”, “gadget”, “chat”, “copy”, “roaming”, “chequear”, “glogear”…). Y estamos llenos de negocios, tiendas, bares y restaurantes con nombres, promociones y reclamos en inglés.

El colmo de tanta pasión por el inglés fue la decisión de TVE (ojo, TV española, la pública) de elegir una canción totalmente en inglés (“Say Yay”) para representar a España en el pasado Festival de Eurovisión, una decisión duramente criticada por la Real Academia de la Lengua. Y además para nada, ya que Barei quedó en el lugar 22 de 26 paises… Era el final de un proceso iniciado en 1984, cuando España envió a Eurovisión la primera canción con título en inglés (“Lady, Lady”, de Bravo) y algunas palabras inglesas en medio de una canción en español, como en 1988 y 2002. Ya en 2007 se dio un paso más (“I love you mi vida, del grupo D´Nash), enviando canciones en “spanglish” (mitad, mitad), como en 2009 y 2014. Pero ahora ya no hubo medias tintas y, por primera vez, toda la canción que representaba a España era en inglés… Como la de Francia y muchos otros países “europeos” en un pretendido "Euro festival".

Lo que ha hecho saltar las alarmas de la Real Academia de la Lengua (RAE) ha sido el aumento de los anglicismos en la publicidad. Según un reciente estudio encargado por la RAE, en 2015 había 322 marcas que utilizaban el inglés en sus anuncios en España, diez veces más que en 2003 (sólo lo hacían 30 marcas). Y esos anuncios con anglicismos suponen ya el 18,9% de los impactos publicitarios y el 20% de la inversión publicitaria. La publicidad con palabras en inglés se utiliza sobre todo en los productos de lujo, perfumes, informática y telecos, belleza y moda y, especialmente, en el automóvil: un 65% de marcas usan eslóganes en inglés, incluidas marcas francesas que venden en España (“Passion for Life” de Reanult o "Motion & Emotion de Peugeot).

Según un estudio cualitativo también encargado por la RAE, se utiliza el inglés en los anuncios por considerarlo más “moderno”, porque hace al producto más “deseable”, “superior”, algo “difícil de alcanzar”, con más “prestigio” que si se anuncia sólo en español. Y se piensa que este mensaje con anglicismos interesa así más  a los jóvenes (que no valoran el español como una lengua internacional), aunque menos a los mayores y a las personas poco formadas. Pero otros expertos  señalan que este abuso del inglés en la publicidad es un “papanatismo”, propio de un país “un tanto paleto”, que además sabe muy poco inglés. Para ridiculizar el papanatismo de esta publicidad en español con frases en inglés, la RAE ha encargado unos anuncios donde se venden unas gafas “Sunset style with blinf effect” (gafas con efecto ciego… vamos, que no ves…) y un perfume “Swine. New fragance, new woman” (perfume con olor a puerco…). Véanlos aquí, no tienen desperdicio.
                                Anuncios de la RAE contra anglicismos en la publicidad


Este abuso de los anglicismos en España choca con un dato cierto: somos el cuarto país europeo donde menos adultos hablan idiomas, sólo por delante de Hungría, Italia y Portugal. Y sólo el 22% de los españoles puede mantener una conversación en inglés, según el Eurobarómetro 2012. Pero además, lo hablamos mal: sólo el 19% de los que hablan inglés se muestra capaz de mantener una conversación sin dificultad, según el Barómetro del CIS de 2014. Así que hablamos inglés poco y mal, pero sin embargo nos encanta soltar algún anglicismo o que nos vendan un coche o una colonia con un eslogan  en inglés. Puro complejo de inferioridad…

Y todo esto pasa con un idioma, el español, que es el segundo más hablado del mundo. Por un lado, como idioma materno, el español es la primera lengua de 450 millones de personas en el mundo, sólo por detrás del chino mandarín (1151 millones), el inglés (375 millones), el hindi (311 millones), el árabe (250 millones) y el portugués (216 millones). Y como idioma utilizado internacionalmente, es también el segundo del mundo: lo hablan unos 550 millones de personas, sólo por detrás del inglés (1.000 millones de personas lo utilizan), por delante del árabe (600 millones), el hindi (500 millones), el ruso (280 millones), el portugués y el francés (unos 250 millones de hablantes cada uno). Además, frente a otras lenguas (como el inglés, el francés o el chino), el español tiene una gran fortaleza lingüística, porque es de los pocos que no se ha ramificado dialectalmente tras mil años de historia. De cada 100 vocablos en español, 95 son comunes a toda la comunidad hispanohablante, tienen un diccionario, una ortografía y una gramática comunes, según los filólogos. Y eso le da mucha fuerza.

Pero el español tiene además un gran valor económico, según distintos estudios realizados por economistas. Nuestro idioma es la base de empresas de  educación, edición e industrias audiovisuales, así como de numerosas exportaciones e inversiones que se hacen gracias a tener la misma lengua que el país comprador. Todo ello aporta el 15% del PIB de España (y del 6% del PIB de México), según un estudio del equipo de Ángel Martín Municio. Y la capacidad de compra del mundo hispanohablante supone el 10,80% del PIB mundial, sólo por detrás de la comunidad anglófila (22,7% del PIB mundial) y china (12,4%). Además, la lengua española tiene un efecto económico multiplicador : ayuda a multiplicar por cuatro nuestras ventas y por siete las inversiones españolas en el extranjero, según los estudios realizados por el economista García Delgado para la Fundación Telefónica.

El español es un idioma muy hablado en el mundo, pero con poco peso en las instituciones internacionales. Es una de las 6 lenguas oficiales de la ONU, sí, pero los idiomas de trabajo de esta institución que representa a 193 países siguen siendo el inglés y el francés. Y lo mismo pasa en la mayoría de organismos internacionales, desde la OMS, el FMI o la OCDE hasta la UEFA: España es una potencia futbolística, pero los tres idiomas oficiales de la UEFA son el inglés, el francés y el alemán, no el español. Pero la mayor vergüenza es el retraso del español en las instituciones europeas, en la UE y en Bruselas, donde hay tres lenguas que dominan las reuniones y los documentos oficiales: el inglés, el francés y el alemán.

La Unión Europea es una “torre de Babel”, con 24 lenguas oficiales, pero en realidad funciona con “régimen trilingüe” (inglés, francés y alemán), aprobado en 2005 por la Comisión Europea para las ruedas de prensa de los Comisarios europeos. Además, sólo se traducen a todas las lenguas los documentos esenciales y eso a partir de los originales francés e inglés (lenguas “bisagra”). Un dato revelador: la traducción de documentos de la UE a partir del español son sólo el 4,5% del total. Y para los intérpretes, hay una asignación por cada lengua y si se gasta más lo tiene que pagar cada país. De hecho, en 2005, la Comisión recortó la plantilla de traductores (España perdió el 33%) y quedaron 67 traductores de español en Bruselas, casi como Malta (60 traductores), frente a 122 de inglés y 126 de francés. Y las patentes se registran en los tres idiomas dominantes (inglés, francés y alemán), además de en los paises que se desee, habiendo rechazado la Comisión la propuesta de España de registrar las patentes sólo en inglés y en otra lengua (hubiera sido más barato).

España intentó en 2005, con Zapatero, que la Unión Europea diera más cabida al español en las instituciones, reuniones y documentos. Pero no consiguió nada y posteriormente no se han lanzado apenas iniciativas. Mientras, Francia y Alemania firmaron en el año 2.000 un pacto de cooperación y defensa lingüística mutua, que ha consolidado el sistema “trilingüe” en Europa, en perjuicio del español, el cuarto idioma más hablado del continente y el segundo del mundo. Claro que los grandes paises luchan por su lengua, sobre todo Francia, que sabe que tiene una lengua en declive mundial: cada año, el Gobierno envía un informe al Parlamento sobre el uso del francés en la UE y en el mundo. Mientras, en España, ningún Gobierno ha apostado de verdad por una defensa del español, salvo los esfuerzos (sin recursos, por los recortes) del Instituto Cervantes y la RAE.

El español tiene un gran futuro pero hay que ayudarle. La gran esperanza está en Estados Unidos, donde ya hay 55 millones de hispanos y que puede convertirse en 2050 en el primer país hispanohablante del mundo (hoy lo es México). Eso sería un gran salto cualitativo del español en el mundo, aunque tenemos la asignatura pendiente de Asia y África, los continentes donde se va a jugar el futuro, controlados por el inglés y el francés. Haría falta un gran Pacto de Estado en defensa del español, dentro de España y con los paises latinoamericanos, con una hoja de ruta que consolide el español en el mundo, como vehículo no sólo de una cultura sino como forma de consolidar nuestro crecimiento y empleo futuros.

Hacen falta más medios y una política decidida de promoción internacional del español, con programas de aprendizaje internacional, hay que unificar estrategias para la defensa del uso del español en los organismos internacionales, construir potentes plataformas digitales en español para que sea un idioma clave en Internet, fomentar la investigación y las publicaciones científicas en español y comprometer a las empresas y multinacionales españolas a utilizar el español como vehículo de su expansión internacional.

Pero para que el español gane peso fuera, primero tenemos que respetarlo y apoyarlo dentro. Hay que poner en marcha una campaña pública contra los anglicismos y en defensa del español, desde los colegios a la Universidad y las empresas pero sobre todo en Internet, para que los españoles valoren su lengua. Y que su defensa no se vea como un ataque a las lenguas autonómicas (que también hay que defender: son la cultura de muchos españoles). Y hay que concienciar a todos los que tengan un cargo público o un lugar público relevante , desde el Rey a Rafa Nadal o Pau Gasol , que han de llevar siempre el español por el mundo, que han de hablar siempre institucionalmente en español (aunque sepan inglés), como hacen siempre los franceses. Y no más errores como el de Eurovisión. El español es un recurso muy importante, que debemos aprovechar mejor, no sólo para salvaguardar y extender nuestra cultura, sino para hacer negocios, para crecer y vivir mejor. El valor de la ñ.

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