jueves, 29 de enero de 2015

Grecia, Europa y el último cartucho del BCE


La victoria de Syriza en Grecia vuelve a agitar la crisis del euro, nunca resuelta desde que estalló hace casi cinco años, con Grecia como detonante. Pero el problema no es Grecia, sino Europa: su economía sigue estancada, el paro en máximos y la inflación ya es negativa, como anticipo de una tercera recesión. El BCE hace de “bombero(como en 2012, 2013 y 2014), y va a quemar su último cartucho: comprar deuda de los países, para dar liquidez a la economía y evitar la debacle. Pero la medida es tardía e insuficiente. El problema de Europa no es que falte crédito: falta demanda, actividad, ventas, inversión. Para reanimar la economía, no basta con dinero barato: hace falta reanimar el consumo (con sueldos e impuestos) y la inversión, sobre todo pública. Acabar con la austeridad y los recortes. Y renegociar la deuda, una losa para la recuperación. La de Grecia y de media Europa. Es la hora de los eurobonos.
 
enrique ortega

Hace ya cinco años que saltó la crisis de Grecia, al descubrirse (enero 2010) la manipulación de su déficit para entrar en el euro, lo que desencadenó su primer rescate (mayo 2010). Pero fue la errónea política de Merkel y Bruselas, al no “aislar” el problema griego y contagiarlo a la Europa del sur, la que llevó a Europa a la segunda recesión (-0,7% y -0,4% en 2012 y 2013) y desencadenó la grave crisis del euro, que pudo estallar en julio de 2012, tras pedir España el rescate bancario (junio 2012). Si el euro no se rompió entonces fue por Mario Draghi, presidente del BCE, que hizo de “bombero”, prometiendo que haría “todo lo necesario para sostener el euro”. Entonces sólo fue una amenaza, pero en julio de 2013 bajó tipos y aumentó la liquidez, algo que tuvo que repetir en junio y septiembre de 2014, bajando los tipos al 0,05% y ofreciendo 400.000 millones de euros a los bancos para que dieran créditos.

Las medidas del BCE han evitado la catástrofe, pero no el estancamiento de la economía europea, que crece al 0,2% cuando EEUU está creciendo al 4,2%. Y las últimas previsiones del FMI indican que la zona euro es “el farolillo rojo” de la economía mundial y crecerá un 1,2% en 2015 (tras un lánguido 0,8% en 2014). Estancamiento frente a  un paro histórico: Europa tiene 27 millones de parados, 2 millones más que en 2008, y una tasa de paro del 12,1% (zona euro), la más alta desde la postguerra mundial. Pero al final, el dato que ha hecho saltar las alarmas ha sido la inflación negativa: -0,2% cayeron los precios en la zona euro en 2014, mientras 16 países UE tenían inflación negativa (España el tercero que más: -1,1%). Eso aviva el riesgo de caer en la deflación (6 meses de inflación negativa), un grave problema porque retrasa las compras y el consumo, debilitando las ventas, inversiones y empleo, lo que frena más el crecimiento. Además, encarece la devolución de las deudas a países, empresas y familias. Y sobre todo, es un indicador de que la economía europea está muy enferma. Al margen de Grecia, un problema agravado cinco años después.

Al final, lo que no han conseguido dos recesiones y un paro histórico lo ha conseguido el miedo a la deflación : que Alemania permita al BCE que utilice todas sus armas y compre deuda de los países, para crear liquidez en la economía y reanimar el consumo, la inversión y la inflación. La decisión del BCE ha sido comprar 60.000 millones de deuda pública y privada al mes, de momento hasta septiembre de 2016 (en total, 1.140.000 millones de euros). Pero la decisión del BCE, en vigor en marzo, tiene cuatro “trucos”, cuatro concesiones a Alemania, que la quitan fuerza. Una, que se incluye en las compras la deuda privada que ya se estaba comprando desde septiembre, con lo sólo habrá 47.000 millones de compras nuevas al mes. Dos, que se comprará deuda en función del tamaño de cada país, con lo que se inyectará más liquidez en Alemania, Francia e Italia (dos tercios del total) que en los países del sur, más necesitados (un 12,5% de toda la deuda a comprar, unos 142.500 millones, será deuda española). Tres, que se pone un límite a la compra por país, salvo que haya planes de ajuste (para forzar a Grecia, Chipre y los que puedan caer). Y cuatro, que si hay pérdidas por la compra de deuda, el 80% se carga a los países y sólo el 20% se reparte (el euro es un Club, pero si vienen mal dadas, alemanes y nórdicos no quieren pagar los problemas de la Europa del sur).

Al final, la compra masiva de deuda por el BCE pretende inyectar liquidez, dinero al mercado: ofrece a los bancos e inversores comprarles la deuda (pública y privada) que tengan, que se animarán a vender porque está cayendo su rentabilidad. El objetivo es que con este dinero fresco, los bancos presten y los inversores inviertan, con lo que habría más actividad, más consumo y antes o después más inflación. Además, como muchos inversores se van a desprender de deuda europea, bajará el euro, que ya está en mínimos (hasta 1,11 euros por dólar, cuando llegó a estar en 1,40 euros este verano). Y al bajar el euro, los productos europeos son más baratos y se puede exportar mejor. Y se pueden atraer más turistas. Por último, si el BCE compra deuda, rebaja los precios y los países pueden emitir su deuda pagando menos interés. España, por ejemplo, llegó a pagar un 6,64% de interés a los que compraron bonos a 10 años en agosto de 2012 y en enero de 2015, antes de las compras masivas de deuda, ya pagó sólo el 1,63% por esa deuda. Un ahorro de 2.500 millones para 2015.

En teoría, pues, la compra masiva de deuda del BCE puede ser muy positiva, como se ha visto en EEUU y Reino Unido. Pero llega 5 años tarde y con una cuantía escasa: EEUU compró deuda por 3,5 billones de dólares desde 2008 a 2014, más del doble que ahora Europa. Pero sobre todo, el problema de Europa no es de falta de liquidez y tipos altos (como en USA en 2008): en Europa hay liquidez de sobra, como demuestra que los bancos sólo hayan pedido al BCE la mitad de los 400.000 millones que tenía para prestarles a bajo interés. Y no es que los bancos no quieran dar créditos, es que hay pocas empresas y familias solventes que quieran pedirlos. Porque la mayoría ni venden ni ingresan como para endeudarse y bastante tienen con quitarse deudas del pasado: sólo en España, las empresas deben todavía  962.521 millones de euros y las familias otros 757.182 millones. Una pesada losa como para pedir más créditos ahora, por mucho que el BCE inunde Europa de dinero barato. Y más cuando la economía no tira, no hay ventas y los sueldos se estancan.

Por eso, el último cartucho del BCE es, además de tardío, insuficiente. Puede ayudar, pero hace falta que los gobiernos europeos cambien el chip: tienen que olvidarse de la austeridad y los recortes (que Bruselas ha vuelto a pedir, para 2015, a Francia, Italia, España, Bélgica, Austria, Portugal y Malta) y reanimar la economía europea, fomentar que haya demanda (ventas) e inversión. Para ello sólo hay dos caminos. Por un lado, reanimar el consumo, tanto de las familias (mejorando los salarios y bajando impuestos a las rentas medias y bajas, subiéndolo a los más ricos, grandes empresas y multinacionales) como de los Estados, gastando más sobre todo lo que tienen menos déficit público (Alemania tiene superávit). Y por otro, reanimar la inversión, haciendo que la inversión pública “tire” de la privada, con más recursos de los que contempla el Plan Juncker, que sólo pretende aportar 21.000 millones de dinero público en 3 años.

El BCE ha “comprado tiempo, pero la crisis europea sigue ahí y si los Gobiernos no toman medidas efectivas, saltará de nuevo y caeremos en la tercera recesión de esta crisis. Y no hay que olvidar el problema de Grecia, al que hay que buscar una salida. Ya no se puede seguir por el mismo camino de la troika: más ayudas a cambio de más recortes que hunden más la economía griega e imposibilitan el futuro pago de la deuda (315.509 millones en octubre de 2014). Una deuda que Grecia tiene concentrada en cuatro países europeos: Alemania (66.310 millones), Francia (49.800), Italia (43.750) y España (26.000 millones prestados). Hay que dejarles que salgan de la UVI y se recuperen y para eso es imprescindible renegociar la deuda, ampliando los plazos para devolverla (ahora,32 años) y bajando el interés (pagan el 3%), para que puedan pagarla sin asfixiarles. Pero el problema de la deuda no es sólo de Grecia, aunque sea el más grave (deben el 176% del PIB). También tienen un grave problema de deuda pública España (deberá el 101,7% del PIB en 2015), Portugal (128%), Italia (127%), Irlanda (123%), Bélgica (105%) y Chipre (102%).

Para Grecia y para el resto, la única salida, además de renegociar la deuda (más plazo y menos interés), es compartirla entre todos los países, “mutualizándola: que la emita un Tesoro europeo (como en USA), de tal manera que pague lo mismo por la deuda griega que por la finlandesa, porque sólo hay una deuda, la europea. Son los eurobonos. La Europa del norte, con Merkel a la cabeza (“no habrá eurobonos mientras yo esté viva”) no quiere porque les tocaría pagar más, para que Grecia, España y la Europa del sur paguen menos. Pero eso debería ser el euro, un Club donde se comparte lo malo y lo bueno (también Alemania inunda de coches, electrodomésticos y créditos a la Europa del sur).

Una vez más, Europa está en otra encrucijada: o cambia drásticamente de política o la austeridad ya no da más de sí y nos lleva a la tercera recesión. Y al descontento de millones de europeos. Es lo que ha dejado claro Grecia: la mayoría de la población está harta de sacrificios inútiles. Un mensaje que puede repetirse este año en las elecciones de España y Portugal (y en Irlanda en febrero de 2016). Y mientras, engorda la bolsa de euroescépticos y la extrema derecha en Francia, Hungría, Grecia ,Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Austria, Holanda y  Alemania. Europa es “el farolillo rojo” de la economía mundial, a pesar de tantos sacrificios. Y el BCE no puede salvarnos, sólo evitar la catástrofe. Sólo queda explorar otro camino: acabar de una vez con la austeridad, reanimar de verdad las economías y aliviar el peso de la deuda. Cuanto antes.

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