domingo, 3 de junio de 2012

La devaluación de los salarios


Los fundamentalistas de los recortes tienen otra obsesión, en España y en Bruselas: que se recorten los salarios (no los suyos, claro), para competir mejor. Al principio de la crisis, los salarios en España siguieron subiendo como si nada y las empresas ajustaron sus costes recortando empleo. Pero a partir de 2010, los sindicatos pactaron bajas subidas y ahora los costes laborales llevan 9 trimestres bajando y son de los más bajos de Europa. Cuatro de cada diez empresas redujeros sus salarios en 2011.Y el Gobierno Rajoy quiere que sigan bajando hasta 2016, perdiendo más poder adquisitivo. Eso sí, suben los sueldos millonarios de los directivos, equivalentes hasta a los de mil empleados. Y sigue sin crearse empleo, porque con salarios a la baja no hay consumo ni ventas y no se crece ni crea empleo. Moderación sí, pero no sueldos mileuristas a la China.  
enrique ortega

Antes de que España entrara en el euro, se podía mejorar la competitividad de nuestros productos devaluando la peseta (tres veces en los noventa): los artículos valían menos y se vendían mejor. Pero en el euro, la única manera de competir fuera es tener mejores productos y menores costes, desde la energía y los impuestos o cotizaciones a los salarios, que es “lo más fácil de ajustar” (y más con la amenaza del paro). Es lo que algunos defienden, en Bruselas y en España, como “la devaluación interna”. A lo claro: trabajar cobrando menos.

España, con salarios más bajos que la mayoría de Europa, afrontó la crisis de 2008 sin rebajar los salarios, como hicieron muchos países: en plena crisis (2009), los salarios subieron un 5,6% (+0% en Alemania). Y  las empresas ajustaron costes despidiendo gente: 2,5 millones de empleos perdidos. En 2010, los sindicatos aprendieron y pactaron tres años de moderación salarial, que ha surtido su efecto: los costes laborales (CLU) llevan nueve trimestres cayendo, desde principios de 2010 y han bajado un 2,5% a principios de 2012. Y en 2011, cuatro de cada diez empresas rebajaron sus salarios.

España es el tercer país de Europa cuyos salarios han perdido más poder adquisitivo entre 2010 y 2012, un 6%, tras Portugal (-10%) y Grecia (-20%), mientras crecía en Alemania  (+1,5%). Y el coste laboral por hora trabajada en España (2011) es un 25,3% inferior a la zona euro: 20,6 euros por hora frente a 34,2 € en Francia, 30,1 € en Alemania o 26,8 € en Italia.

En enero de este año, sindicatos y patronal pactaron más moderación salarial para 2012 (+0,5%), 2013 y 2014 (+0,6%), pero unos días después, el Gobierno convertía este acuerdo en papel mojado con la reforma laboral, que permite rebajar los sueldos al mínimo de convenio o incluso que una empresa se descuelgue de los salarios de convenio si le caen dos meses las ventas. Con ello, se han multiplicado las rebajas extras de sueldo, que se verán también en el sector público. Y el Gobierno, en el Plan de Estabilidad enviado a Bruselas apuesta por congelar  salarios y más rebajas de los costes salariales hasta 2016: -1,7% (2012), -1,0 (2013 y  -0,5% (2014 y 2015). Eso supondrá una pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores del 5,6% en la legislatura de Rajoy.

En paralelo, mejorarán los márgenes empresariales, por menores costes salariales y una posible rebaja de cotizaciones en 2013. De hecho, las rentas empresariales ya ganan a las salariales en el reparto de la renta: suponen ya el 47,6% de la renta frente a 45,4% el de los trabajadores (que tenían un 53% en los años 80 y el 50,74% en 2009). Y este desigual reparto empeorará en los próximos años, porque habrá menos asalariados trabajando (el Gobierno espera perder 635.000 empleos en 2012 y 66.000 en 2013) y seguirán cayendo los salarios reales, por la crisis y la reforma laboral.

 No es sólo que los asalariados pierdan parte del pastel de la renta sino que además, crecen las desigualdades entre la mayoría de los trabajadores y los ejecutivos de las grandes empresas: 534 directivos de las 35 empresas del IBEX ganaron en 2011 más de un millón al año, 24,68 veces lo que un  empleado de sus empresas (antes de la crisis, 23,53 veces). Y hay una decena de presidentes y consejeros delegados que ganan más de 3 millones al año, mientras defienden públicamente la moderación salarial (de otros). El mejor pagado, Pablo Isla, presidente de Inditex ganó 20,3 millones, el sueldo de 1.000 de sus empleados. Y los 12,7 millones de Alfredo Sáenz (Santander) o los 10,27 millones de Cesar Alierta (Telefónica) equivalen al  sueldo de 250 de sus empleados. Un escandaloso contraste con 8 millones de asalariados (la mitad) que son  mileuristas. Y además, la mitad de los ejecutivos de empresas IBEX tienen contratos blindados, con 2 a 5 años de indemnización (frente a 20 días el resto).

La moderación salarial es obligada en plena crisis, para mejorar la competitividad, pero el problema es que no sea excesiva. Porque la moderación a secas, sin incentivos al trabajador para que produzca mejor, fomenta la apatía y el absentismo. Además, con caídas de salarios, las familias no pueden reducir su endeudamiento (más crisis financiera) ni consumir, con lo que caen las ventas, la inversión y el empleo. Y no salimos de la recesión. Y encima, los bajos salarios no aseguran vender más: nuestras exportaciones han pinchado este año porque 12 países de Europa están en recesión. La clave no es sólo moderar los salarios en la Europa del sur sino que la Europa del norte consuma más y tire del resto.

Además, la competitividad no pasa sólo por tener bajos salarios: hay que tener productos con calidad, innovación, diseño y precio (los salarios bajan, pero los precios no tanto), empresas bien organizadas y con tecnología, un personal formado y una estructura económica competitiva, no basada sólo en el turismo y el ladrillo. De hecho, de las cuatro autonomías con costes laborales más altos (País Vasco, Madrid, Cataluña y Navarra), tres son las que tienen menos paro, mientras las tres con salarios más bajos (Andalucía, Extremadura y Canarias) están a la cabeza del desempleo.

En definitiva, moderación salarial sí, pero no salarios a la China, porque entonces no se consume ni se vende. Competir no es sólo tener los sueldos más bajos de Europa sino bajar también otros costes (energía, cotizaciones)  producir mejor, con calidad e innovación. Y no cargar la competitividad sobre unos salarios mileuristas mientras otros se hacen millonarios. Otra vez más, el fundamentalismo nos lleva por el camino equivocado.

1 comentario:

  1. Como siempre, un análisis certero y claro. Y, como siempre, fantástica la ilustración de Enrique Ortega. Felicidades a ambos.

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